La odisea del autor by Chris Colfer

La odisea del autor by Chris Colfer

autor:Chris Colfer [Colfer, Chris]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2016-07-11T16:00:00+00:00


Capítulo catorce

Pestes universales

—Necesitaremos dos disparadores de corto alcance, un ADG Omega y una brújula biomática —indicó Conner—. Ah, y el Saltador lunar exprés 2999 para llegar allí.

El comandante Salamanders lo miró con extrañeza.

—Está muy bien informado acerca de nuestro armamento para alguien que nunca antes había abordado esta nave espacial.

Como si el arsenal de la K-NASTA fuera una máquina expendedora, Salamanders ingresó en una pantalla táctil los códigos de los objetos que Conner había pedido y estos aparecieron en una cinta transportadora. Los disparadores de corto alcance eran largos y plateados, y tenían una luz azul brillante titilando en los cañones, al igual que las armas de los soldados cyborg. El ADG Omega era corto y redondo como un tanque de propano y tenía un pequeño teclado en la parte superior. La brújula biomática parecía un reloj plateado grueso con una flecha holográfica.

El comandante le entregó una disparadora a cada uno y Conner colocó la brújula en su muñeca. El ADG Omega era pesado, así que los mellizos la cargaron juntos.

—¿Qué hacen el ADG Omega y la brújula biomática? —preguntó Alex.

—El ADG Omega es la abreviatura de Aparato Detonante Gamma; es una bomba muy poderosa que utiliza rayos gamma para vaporizar a sus objetivos —explicó Salamanders—. La brújula biomática detecta material biológico en un radio de doscientos setenta y cuatro metros.

Alex tragó con dificultad.

—Lamento haber preguntado —dijo ella.

—Para detonar el ADG Omega ingresen el código CR215, esperen la confirmación y luego corran —prosiguió Salamanders—. El Saltador lunar exprés 2999 está en el hangar de la nave. Se lo mostraré.

Los mellizos siguieron al comandante por la nave. Los disparadores de corto alcance y el ADG Omega ponían incómoda a Alex, y los sujetaba lejos de su cuerpo. Le aterraba que un golpecito ínfimo fuera a encenderlos y hacer que lastimaran a alguien. Conner, en cambio, no podía estar más entusiasmado de sujetar las armas de su cuento. Cuando era un niño, solía pasar horas fingiendo que luchaba contra alienígenas malvados en un planeta distante con los aparatos que ahora estaban en sus manos. Estaba ansioso por llegar a Piruletano y vivir la fantasía de su infancia.

Conner giraba y apuntaba el disparador por los pasillos mientras caminaban por la K-NASTA. Actuaba escenas de sus películas de acción favoritas e incluso hacía los efectos de sonido.

—Conner, ¡basta! —dijo Alex—. ¡Lastimarás a alguien!

—Tranquila, tiene puesto el seguro —respondió él—. Ups… Bueno, ahora tiene puesto el seguro.

El comandante y los mellizos atravesaron unas puertas automáticas y llegaron al hangar. Él los llevó a la pequeña nave espacial que tenía escritas las palabras Saltador lunar exprés 2999 en un lateral. La nave era del tamaño de un automóvil y era como una miniatura de la K-NASTA. Estaba hecha de acero rojo, tenía dos alas y una pequeña corona de satélites y antenas. Salamanders presionó un botón en el costado de la nave y la puerta del vehículo se abrió. Había dos asientos dentro y compartimentos para guardar sus armas, pero no había rastros de controles para conducir.



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